En esta etapa, los investigadores registrarán las variables socioeconómicas de cada estudiante y el tiempo de encendido de la pantalla del teléfono acumulado por los participantes durante una semana. Para evaluar el tiempo de pantalla, la aplicación diseñada por el equipo de investigación analizará de forma objetiva el tiempo empleado en diferentes categorías (productividad, redes sociales o entretenimiento). Se les pedirá que completen la cantidad de horas y minutos en días de semana y fines de semana. Asimismo, los participantes completarán cuestionarios sobre actividad física, comportamiento sedentario y sueño. Para completar el estudio, medirán con su propia aplicación el número de pasos diarios de los estudiantes para comprobar su nivel de actividad física.
Los investigadores parten de la hipótesis de que el uso del teléfono móvil estará por encima de las recomendaciones internacionales que apuntan dos horas diarias. “Creemos que habrá diferencias entre Secundaria, Bachillerato y Universidad. Un nivel educativo donde nos planteamos si debe limitarse el uso de dispositivos, al igual que ya se está implantando en Primaria o en determinados centros de Secundaria”, avanza el coordinador del proyecto, Borja Sañudo.
Además del nivel educativo, las variables socioeconómicas familiares también pueden arrojar diferencias de uso del móvil. De ahí que los investigadores incorporarán la participación de barrios vulnerables y colectivos desfavorecidos. “La literatura científica indica que los niveles de renta bajos influyen en la inactividad, el sedentarismo, el uso del móvil y las pautas de sueño y queremos evidenciarlo para ser capaces de establecer estrategias específicas en el abordaje de esta problemática”, adelanta Sañudo.
Grupos ciudadanos
La segunda fase del proyecto, que se extenderá los meses de octubre y noviembre, pretende incentivar la participación ciudadana en la identificación de soluciones prácticas para reducir el uso excesivo de teléfonos móviles. Para ello, se formarán varios grupos de discusión que involucrarán a agentes educativos, familiares de los jóvenes y empresas locales. Estos equipos de análisis diseñarán alternativas saludables al uso de dispositivos entre jóvenes, padres, educadores y profesionales de la salud en Andalucía. La idea es que marquen estrategias concretas que promuevan experiencias fuera del entorno digital. “Estos grupos deben proponer qué puede funcionar mejor, desde un incentivo, un descuento para compra de otros soportes como libros, un bono cultural para espectáculos o cine”, ejemplifica Sañudo.